jueves, 4 de abril de 2013

-hoy le he visto.
+¿en serio? ¿Dónde?
-en el metro.
+¿estás segura de que era él?
-sí
+oh...
-¿le echas de menos?
+ no. Echo de menos a mi tío, que el cáncer me robó. Echo de menos a la familia que deje en Inglaterra y que cada día estoy más segura que no volveré a ver. pero a él... Va más allá, a él no le echo de menos porque imaginarme que sigue en mi vida es la única forma de conciliar el sueño cada noche. En él pienso cada día como si todo siguiera igual, le lloro por la noche y le pido un abrazo, un beso en la frente o una mirada que no contenga rencor. Todo desde mi cama, como si le rezase a un Dios. Le dogmaticé y eso es lo que he conseguido, una figura intangible que me obliga a cumplir con las leyes de la ética, con quien sueño algunas noches y lloro otras tantas. Pero no puedo echarle de menos porque al fin y al cabo, tangible o intangible está ahí para mí.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Huyes.

                  Taciturna, me apoyo en una columna a la salida del instituto, dos lágrimas salen de mis mejillas. Te echo de menos. Más de año y medio sin verte es el castigo más duro al que se me pudiera someter. La gente pasa. La gente no comprende. La gente tiene una idea bien equivocada sobre lo que soy y lo que siento. Tu intangible figura viene, y, como consuelo toma mi mano. Ese escalofrío hace su aparición del día. Se me eriza la piel. Estás a mi lado. O por lo menos están los vestigios de lo que fuiste. Sonrío amarga. No eres real, tu verdadero tú está en la universidad, haciendo cosas más importantes que atender a una chiquita que llora, pero ahora, que la cordura me asegura que se va y no vuelve, ya no me importa. Yo, inocente criatura, en un movimiento casi inconsciente, apoyo mi cabeza en tu pecho. Y mi cara choca contra la fría columna. No estás. Me odias. No me soportas. Nunca más estarás ahí para que yo llore en tu regazo. Y eso me hace llorar aún más. Tu "yo" intangible me abraza. Casi puedo sentir ese abrazo, a pesar de seguir inmóvil , para que aquellos que no entienden, tampoco sospechen. En mi cabeza te digo algo. Siempre soy yo la que habla. Tú nunca contestas. Ah, que no eres real, lo olvidaba.
De repente, un coche pasa frente a mis ojos, y sin parar, abre la puerta, me agarra del cuello de la camisa y me tira hacia dentro. No reacciono, me cuesta reaccionar, evocarte en mi mente, y mantenerte intangible a mi lado me deja exhausta. Pero entonces levanto la vista. y tú estás ahí, sentado a mi lado, mirándome sonriente. Creo que eres imaginario, y continuo callada a tu lado, pensando que esto en verdad es un secuestro. Deseo que acabe rápido. Estoy muy cansada, y, ya esperándome caer a un lado, apoyo mi cabeza en tu pecho. Es cálido. Suave y duro a la vez. Un momento. Por encima de todo es... real. Levanto la vista, incrédula. Sigues ahí, real, tangible. Tu pelo marrón, despeinado, como siempre. Tus ojos color miel, entre los que se distinguen motitas verdes, tu sonrisa inconfundible, tus ropas desgastadas, tu barba de dos días o más. Tu dulce olor me embarga y al momento me hace sentir bien. El cansancio vuelve a luchar por vencerme, pero escucho:
-Hola.
Hablas, eres corpóreo... ¿De verdad eres tú? ¿Has venido hasta aquí? El cansancio propio de tres noches sin dormir me supera, y me vuelvo a recostar en tu regazo, emocionándome por el mero hecho de que sea real. Todo es muy confuso. Estoy despierta y sueño, estoy muerta en vida. Y no se cuanto tiempo pasa, y no se quién conduce ese coche que no sé ni de quién es. Y consigo decir aquello que debí haberte dicho hace tiempo:
-Perdóname...
Dos lágrimas saltan, confundidas, felices y tristes, extrañas. Vuelvo a sumergirme en esa rara ponzoña. Difícilmente te oigo susurrar:
-Shh. Te perdono, Adri.
Me besas suavemente, el beso que debí haberte dado aquella tarde de diciembre. Lloro, pero no confusa. Lloro extasiada, feliz, dormida...
Abro lentamente los ojos, una tenue luz entra por mi ventana, la ventana de mi habitación. Remoloneo, y recuerdo el sueño entero. Me doy cuenta de que eso ha sido precisamente. Un maldito sueño. Como última esperanza te busco entre mis sábanas a punto de desfallecer, la alegría que sentía hace un momento se ha esfumado por completo. Has sido muy valiente. Mucho. Te has infiltrado en mi sueño, has llegado real y corpóreo a perdonarme y besarme, y luego has tenido el valor de huir y ni siquiera te has quedado a desayunar. Lloro, más confusa todavía. Tú, otra vez, figura intangible, vuelves a aparecer, y ahí, postrada en la cama, me abrazas, o eso creo yo. Tú sí te quedarás a desayunar ¿No?
Wouldn't you live here?
I REALLY would...
Wanna go to live to paris...